Más allá del histórico papel desempeñado por los cosacos en la defensa militar del territorio ruso, poco se conoce, desde el exterior, sobre la cultura y costumbres de esta legendaria comunidad que, aún hoy, en pleno siglo 21, continúan intactas, gracias a la transmisión generacional de sus antepasados.
Una casta de guerreros amante de la libertad
Durante la fiesta mundialista de Rusia 2018, muchos turistas y aficionados al fútbol, descubrieron desprevenidos, y quizás sin saberlo, en las ciudades sedes de la cita deportiva, algunos miembros de la conservada comunidad cosaca rusa. Hombres portando trajes militares, con gorros «papajas» de piel de oveja y botas, que alcanzan las rodillas. Unos, inclusive, conservando la tradicional figura de largos y extraños bigotes. Y también mujeres, luciendo en su caso, típicas y coloridas faldas acompañadas de pañuelos de algodón en sus cabezas, fueron simplemente algunos vestigios de una población cosaca, que en la actualidad cuenta con cerca de 10 millones de miembros, repartidos a lo largo y ancho de la Federación Rusa y en el territorio ucraniano.
Considerados a sí mismos como una casta de guerreros, los cosacos de Rusia, nacieron y se formaron como comunidad reaccionaria, hace más de 500 años, en el período oscuro de la Edad Media. Aunque existen distintas versiones sobre su posible origen, y no se conoce con exactitud su ascendencia étnica, el registro más aceptado cuenta que se trataba de campesinos provenientes de diversas tribus caucásicas, que se sublevaron contra sus dueños feudales, anhelando libertad, y formaron un pueblo guerrero en el valle de los ríos Dnieper y Don, ubicados entre el sur de Rusia y el oriente de Ucrania.
Con el paso del tiempo, se unieron a ellos colonos eslavos provenientes del norte, y poco a poco la población de los cosacos se fue extendiendo a diferentes y apartados poblados, defendiendo las fronteras de Rusia, nación que siempre han considerado como su patria. | Continúa
